Karen S. Rommelfanger, Doctora en ética en neurotecnología
Imagina un mundo sin demencia, donde el proceso de la enfermedad pueda detenerse en el cerebro antes de que los médicos se den cuenta de que está enfermando. Imagina auriculares que puedan detectar la actividad cerebral estresada y responder reproduciendo música relajante. La ciencia y tecnología cerebral emergente está lista para cambiar nuestras vidas de maneras que podrían ser tan inimaginables hoy como lo fue el teléfono inteligente hace algunas décadas.
El Consejo de la Unión Europea promulgó la Declaración de León sobre la Neurotecnología Europea el pasado diciembre. La firma de la Declaración representa el compromiso de los estados miembros de centrarse en una transformación digital no solo del ser humano, sino también orientada a los derechos humanos. Esta Declaración llega tras un creciente movimiento global para explorar el impacto que las tecnologías en rápida evolución tendrán en nuestra naturaleza, nuestras relaciones entre sí y cómo vivimos juntos como sociedad.
¿Por qué los países y organizaciones multilaterales están tan atentos a la neurotecnología? Es evidente que aquellas tecnologías diseñadas para detectar, estimular o interpretar directamente la actividad en el cerebro o la médula espinal muestran un enorme potencial tanto en el contexto médico como en nuestra vida cotidiana. Una de las cosas más emocionantes acerca de la neurotecnología es lo que la hace tan éticamente complicada: el potencial para obtener profundos conocimientos e intervenir en la función mental de alguien.
La capacidad de adquirir información íntima de tu cerebro, al igual que cualquier dato, podría utilizarse de forma que no solo empodere, sino que también quite poder si cae en manos equivocadas. Podríamos querer estimular el cerebro para restaurar funciones como el movimiento o el habla. Pero también podríamos estimular una sensación artificial, emoción o incluso pensamientos.
Con cualquier tecnología emergente, enfrentamos un problema de ritmo en el que se desarrolla más rápido de lo que podemos regularla. El dilema de Collingridge es el desafío de regular prematuramente lo desconocido, los resultados impredecibles o esperar tanto tiempo para regular que la tecnología está demasiado arraigada para cambiarla o regularla.
A diferencia de las redes sociales, y en cierta medida la IA, aún no es demasiado tarde para desarrollar una estrategia efectiva para la neurotecnología. Los científicos e ingenieros aún pueden comprometerse a desarrollar prácticas éticas. En paralelo, los responsables políticos pueden trabajar hacia un refinamiento cuidadoso de las leyes de privacidad para delinear explícitamente los contextos aceptables e inaceptables para la recopilación y uso de datos, o incluso si los datos derivados del cerebro deben considerarse una categoría especial de datos “sensibles”.
La neurotecnología tiene el potencial de convertirse en un caso de estudio positivo para las tecnologías emergentes. Los responsables políticos todavía tienen la oportunidad de anticiparse y establecer barreras de seguridad para un futuro positivo. Hay un detalle: solo podremos hacerlo trabajando con científicos, la industria y, lo que es más importante, los ciudadanos y pacientes para los cuales se diseña.
España está posicionada para liderar el desarrollo y la gobernanza ética de la neurotecnología. A través de su Carta de Derechos Digitales, ya ha incluido disposiciones para los derechos digitales en su uso. Estos incluyen protecciones para preservar la identidad individual, protección de datos y regulación para tecnologías que podrían conducir a una mejora cognitiva.
España, a través de su compromiso establecido con el humanismo tecnológico—un modelo de desarrollo tecnológico centrado en los seres humanos y protección de sus derechos— tiene la oportunidad de ser un ejemplo en la promoción de un mundo con neurotecnología humanística y desarrollarla dentro del marco de los derechos digitales y la inclusión de diversas voces humanas—incluidos ciudadanos, responsables políticos, científicos e industria— para crear un camino hacia adelante juntos.
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