Marta Pascual Estarellas, CEO de Qilimanjaro Quantum Tech
Las tecnologías emergentes impulsan el progreso que beneficia tanto a la humanidad como al planeta. En este contexto, la deep tech es fundamental, un término empleado para describir las nuevas tecnologías que se encuentran aún en las primeras etapas de desarrollo. Por lo general, las innovaciones de deep tech no suelen estar preparadas para su comercialización a gran escala; las propias tecnologías aún se están perfeccionando y la sociedad aún no está totalmente preparada para adoptarlas. Estas empresas se sitúan en la intersección de la investigación y la industria, en la transición del mundo académico a la puesta en práctica en el mercado. Aunque muchas de estas innovaciones tienen un enorme potencial transformador, es inevitable que no todas alcancen el éxito comercial.
Esto nos lleva a un dilema crítico: ¿cómo pueden los fundadores y líderes de empresas deep tech obtener los recursos necesarios para su crecimiento —principalmente mediante inversiones—mientras navegan por los obstáculos tecnológicos inherentes a la exploración de territorios inexplorados? El reto consiste en gestionar las expectativas y los plazos para evitar la trampa de la exageración. El bombo publicitario puede crear una oleada de entusiasmo, atraer la atención de los medios de comunicación, llenar los paneles con líderes de pensamiento, generar artículos de opinión -tanto informados como engañosos- y atraer la inversión pública y privada. Esto puede proporcionar una excelente exposición, pero cuando las promesas no se materializan como se esperaba, el entusiasmo se disipa rápidamente, dando lugar a la desilusión. Estas situaciones no sólo traicionan la confianza de inversores y clientes, sino que ponen en peligro todo el ecosistema. Hemos sido testigos de este patrón con la inteligencia artificial, el metaverso y los robots humanoides; ahora, la computación cuántica se encuentra en una encrucijada similar.
La computación cuántica brinda la esperanza de mantener el ritmo rápido de avance en la capacidad de procesamiento que ha impulsado el progreso tecnológico extendido durante décadas. Esta tecnología codifica la información en sistemas regidos por los principios de la mecánica cuántica, la física que describe el comportamiento de las partículas a escala microscópica. Al aprovechar fenómenos como la superposición y el entrelazamiento, la computación cuántica introduce una forma fundamentalmente nueva de procesar la información, lo que permite realizar ciertas tareas de manera más eficiente en comparación con los ordenadores clásicos.
Este salto en la capacidad computacional tiene profundas implicaciones: reduce el tiempo y los recursos necesarios para afrontar retos complejos en todos los sectores y acelera los descubrimientos científicos. Las simulaciones cuánticas prometen ampliar nuestra comprensión del universo e impulsar nuevas tecnologías aplicadas. El impacto potencial se extiende transversalmente en campos como la ciencia de los materiales, las finanzas, la logística, el descubrimiento de fármacos y la inteligencia artificial, entre muchos otros.
No obstante, aunque algunos casos de uso ya pueden abordarse con los primeros prototipos, aún quedan retos importantes antes de que la computación cuántica pueda afrontar de forma fiable una amplia gama de aplicaciones empresariales. Los mayores obstáculos se encuentran en la ampliación del hardware. Estos sistemas son muy sensibles a las perturbaciones, y mantener las condiciones operativas necesarias para controlar los estados cuánticos exige un nivel de complejidad extraordinario. Aunque se están explorando varios enfoques para evitar estas limitaciones —incluido el enfoque QASIC analógico único que buscamos en Qilimanjaro—, aún queda camino por recorrer. Sin embargo, este camino no puede recorrerse en solitario: ahora es el momento adecuado para asociarse con los consumidores finales, garantizando que las soluciones cuánticas no sólo sean innovadoras, sino que también estén profundamente alineadas con las necesidades del mundo.
Pasar por alto la realidad de que el desarrollo de los ordenadores cuánticos —como el de cualquier otra deep tech— exige tiempo, perseverancia y trabajo duro refleja una peligrosa ingenuidad. Como firme creyente en esta tecnología, animo tanto a la comunidad cuántica como a sus defensores a abordar sus esfuerzos con responsabilidad. La computación cuántica es una maratón hecha de esprints, y capitalizar prematuramente el bombo publicitario conlleva consecuencias no deseadas. El progreso sostenible requiere paciencia, rigor científico, humildad, transparencia y un compromiso con los objetivos a largo plazo por encima de las victorias rápidas. Podéis estar seguros de que la espera valdrá la pena.
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