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¿Cómo transformamos el conocimiento en proyectos de impacto social y económico?

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El investigador con mentalidad empresarial, clave para transformar el conocimiento en producto de éxito comercial

 

Uno de los principales problemas a los que se enfrenta un investigador o un académico que tiene una idea y un conocimiento profundo de una tecnología determinada es cómo convertirlos en un producto y una empresa que tenga éxito comercial. Las empresas de capital riesgo pueden contribuir a transformar este conocimiento en una empresa que genere valor de mercado y pueda crecer y desarrollarse. Pero la clave principal está precisamente en que el impulsor y desarrollador de la idea tenga mentalidad empresarial, como destaca Rocío Pillado (Madrid, 1981). Ingeniera informática por la Universidad Politécnica de Madrid y MBA por la de Chicago, ejerce como socia de Adara Ventures, una firma de capital riesgo que gestiona 180 millones de euros para invertirlos en empresas incipientes europeas de las denominadas Deep Tech y que forma parte del ecosistema de inversion de The Collider, el área de innovación de MWCapital.

 

Transferir el conocimiento que se pueda tener en una universidad o en un centro de investigación es siempre un proceso complicado. Los investigadores o los académicos que tienen un conocimiento muy elevado de una tecnología determinada y conocen la realidad del mercado suelen ser personas muy brillantes y muy inteligentes, aunque en ocasiones no tienen ganas o el coraje suficiente para llevarlas al mercado y crear un producto realmente competitivo a escala global.

 

Uno de los principales retos de los fondos de inversión de productos de capital riesgo es precisamente ayudar a estos investigadores y emprendedores a dar el salto y apoyarles en todo el proceso de transición, para que puedan pasar de pensar de un modo científico a convertirse en investigadores con mentalidad empresarial, precisa Rocío Pillado.

 

En España, como ocurre también en otros países del sur de Europa, existe mucho talento científico y tecnológico, con vocación para ser investigador, académico o profesor de universidad, pero no para ser también gestor de una empresa. En el norte de Europa se tiene un perfil que combina más la investigación con la gestión empresarial. Aquí, sin embargo, se suele ser más o investigador o empresario, y “no ambos a la vez, que es precisamente lo que más se necesita”, apunta Pillado.

 

Dominar la tecnología para venderla mejor

 

Cuando se trata de un producto realmente innovador y no una copia de otros productos existentes, que pretenda mejorarlos, se necesitan personas con un dominio muy importante de la tecnología existente para desarrollarla y convertirla en producto comercial, pero también que tengan una mentalidad empresarial. No basta con ser un buen vendedor o un buen gestor; también se debe conocer con profundidad la tecnología que se quiere aplicar para convencer a los demás de las bondades del futuro producto. En esttos casos, “la venta es siempre muy técnica y hay que dominar la materia que se está tratando”, explica la socia de Adara Ventures.

 

Los fondos de capital riesgo se centran, en primer lugar, en ayudar a los emprendedores a crear una empresa con una estructura, una plantilla y unos recursos económicos adecuados a lo que se quiere conseguir. Una vez se ha conseguido tener el producto para un nicho de mercado determinado, se pasa a la segunda fase, en la que suele intervenir también un fondo de inversión con mayor capacidad inversora y determinados expertos que ayudan a darle mayor viabilidad comercial y escalabilidad, para adecuarlo a otros segmentos de mercado.

 

La gran mayoría de los emprendedores, del 80 al 90 por ciento, tiene éxito a la hora de desarrollar su idea y al resto se les puede ayudar a que lo logren. El camino para lograr tener un producto comercialmente viable y que genere beneficios está, sin embargo, plagado de obstáculos, alerta Rocío Pillado.

 

En primer lugar, está el riesgo tecnológico: puede que la tecnología que se quería utilizar no llegue a funcionar y hay que asumirlo. Después puede ocurrir que la empresa sea muy pequeña y no tenga la capacidad suficiente para llegar al mercado propuesto. También puede pasar, reconoce Rocío Pillado, que la solución desarrollada sea maravillosa pero que nadie esté dispuesto a pagarla, lo que se llama riesgo de mercado puro y duro. Finalmente, en todas las etapas existe el riesgo de ejecución y escalabilidad del producto, que haga que no se cumplan los objetivos inicialmente previstos. No hay que temer, con todo, al fracaso; por algo se habla de un producto de capital riesgo.

 

La clave de todo, como se apuntaba al principio, está en las personas. En contar con creadores brillantes que tengan las ganas y el coraje suficiente para lanzarse a la aventura, contando con el respaldo y el apoyo decidido de empresas de capital riesgo, porque se trata de un proceso muy complicado. Como se trata de empresas que quieren desarrollar productos muy innovadores, si logran hacerlo se convierten en un “caramelo muy apetitoso para las grandes compañías”, que invierten o compran la empresa y después utilizan la tecnología base en otros productos de su cartera.