Vanesa Daza, Vicerrectora de Transferencia de Conocimiento de la Universitat Pompeu Fabra
La expansión del mundo digital, impulsada por la proliferación de dispositivos conectados y la digitalización de casi todas las áreas de nuestras vidas, ha creado también un vasto campo de acción para los ciberdelincuentes. Las amenazas digitales, que incluyen desde virus y malware hasta ataques de phishing y ransomware, han crecido exponencialmente (más de un 70% en 2023) poniendo en riesgo la seguridad de datos y sistemas. La protección de datos sensibles, la salvaguardia de la privacidad, la continuidad de los negocios y la protección de la infraestructura crítica se han convertido en aspectos esenciales de la ciberseguridad que han traspasado el contexto empresarial para inundar la vida privada de todos los ciudadanos.
Sin embargo, a pesar de su importancia, existe una notable brecha de conocimiento, o en algunos casos de dejadez (¿quién querrá conocer mis datos?), sobre cómo navegar de forma segura en el mundo digital. El caso de las contraseñas, y su (mal) uso es uno de ellos. Algunos datos recientes sugieren que el 85% de la población mundial reutiliza sus contraseñas en diferentes lugares, y puede que algunas no protejan suficientemente la contraseña (¿quién se lee las especificaciones técnicas de cómo se guardan?), por lo que puede ser que esta contraseña que se creía tan segura acabe siendo de dominio público para los hackers, que, de media, pueden craquear (así se conoce el dudoso arte de encontrar contraseñas) 17 de 20 contraseñas en menos de un segundo. Si añadimos que la contraseña “123456” fue la más utilizada en 2023, vemos cómo en realidad la brecha es, posiblemente, mayor de lo que esperábamos, y es que estudios recientes sugieren que, todavía, hoy en día, 3 de 4 de las contraseñas actuales no son suficientemente seguras.
Esta brecha no solo nos expone a riesgos y vulnerabilidades, sino que también nos priva aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece la tecnología. La solución a este dilema se encuentra en la educación y la sensibilización, tarea que requiere un enfoque inclusivo y generacional. Así es como surge la propuesta de un taller “P1$$w0rds! (o por qué es necesario elegir bien nuestra contraseña)”, donde compartiremos con los más jóvenes de la familia de forma distendida la importancia de las contraseñas y cómo protegerse utilizándolas. No solo mostramos a las participantes no crear contraseñas seguras, sino también entender los fundamentos de la ciberseguridad. A través de estos talleres pretendemos sembrar la semilla del interés y la curiosidad por la tecnología y la protección digital.
Estos talleres también forman parte de la cátedra que dirijo, ARTEMISA, una cátedra internacional en colaboración con el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la Université Paris-Saclay y el Instituto Polytechnique de París, que tiene como propósito principal brindar a la sociedad las herramientas necesarias para comprender y enfrentar los desafíos de seguridad que se presentan en el entorno digital, considerando un enfoque multidisciplinar enfatizando la importancia de la regulación y la legislación en este ámbito. Fortalecer la colaboración entre la Universidad y el tejido empresarial es otro de los objetivos de la cátedra. Además, en ARTEMISA se pone énfasis en la importancia de fomentar la participación activa y el empoderamiento de las mujeres en este campo, con el objetivo de contribuir a cerrar la brecha de género y promover la diversidad y la inclusión en la ciberseguridad.
Y es que queda un largo camino por recorrer al mundo de la ciberseguridad en cuanto a género. No solo la infrarrepresentación (menos de un 25%), sino situaciones como las que ocurrieron en la última RootedCon, una de las mayores conferencias de ciberseguridad del mundo hispano, donde frente a 1500 personas, dos expertos (mujer y hombre) compartieron el escenario para exponer y dialogar sobre una vulnerabilidad crítica a la seguridad ferroviaria. Desgraciadamente, la omisión de su contribución en comparación con su colega masculino sirve no solo como testimonio de los desafíos a los que se enfrentan las mujeres en este campo, resaltando la urgencia de abordar la brecha de género no solo en términos de participación sino también en el reconocimiento y valoración del trabajo femenino.
Otros de los talleres que hemos diseñado con este objetivo es el “Heroína Hacker: sesión de co-creación”, donde, de forma interactiva, los chicos crearán la próxima generación de héroes y heroínas de ciberseguridad. El propósito del taller se basa en que este tipo de literatura fomenta la curiosidad y el interés de las criaturas en el campo de la ciberseguridad desde temprana edad. La cátedra tiene el compromiso de crear literatura donde la protagonista sea una adolescente con habilidades en hacking ético y resolución de problemas tecnológicos, que se les muestra un modelo a seguir y les fomenta su curiosidad por aprender más sobre el mundo digital, rompiendo los estereotipos de género y motivando a las niñas a explorar estudios y habilidades relacionadas con la tecnología y la ciberseguridad.
Este y futuros digitales piden una participación activa y consciente de todos. En este escenario, la educación y la inclusión se erigen como fundamentos críticos para diseñar y proteger nuestro entorno digital. Los talleres y programas como los ofrecidos por ARTEMISA no son solo iniciativas educativas; son pasos hacia la construcción de una sociedad digitalmente resiliente y equitativa. En este camino hacia la ciberseguridad, cada acción cuenta y juntos podemos forjar un futuro digital seguro e inclusivo para las próximas generaciones.
El festival de la tecnología para todos, Tech&Play, nos ofrece una maravillosa oportunidad para acercarnos a estos talleres. Nos vemos el próximo 25 de abril en Fabra & Coats.
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